Mes: octubre 2022

Te amo

Te amo

y no es una frase
sin sustento
me estremece
cada vez que la escribo
me humedece los ojos
me eriza la piel
Como si jamás
la hubiera dicho
como si esta fuera
vez primera
Quizá como cuando
al principio
se inhala el aire de vida
Así te amo
no es un cumplido
o un dicho obligado
Es mi razón y es mi fe
de estar vivo
enteramente vivo
y resuelto
a estrechar este amor.

Fer Amaya

Equiparable

Equiparable

Mi amor por ti es equiparable
al que siente el nevero
por su tina de helado,
el pescador por sus redes,
y el florista por el cempasúchil
tan temprano y eterno.
Mi amor por ti
no se sustenta en besos,
tactos u otras canongías
corporales,
es de sueños, noches,
mar y poesía.
Si el tuyo con respecto a mí,
va por lo mismo;
entonces, no vacilemos
en hacer que ya se correspondan:
sigámonos amando.

Fer Amaya

Noviembre y paraíso

Noviembre y paraíso

No entristezcas
pensando en quienes
ya no están, canta,
que tu canción
sea esa flor perfumada
que por ellos llevas en el pecho.
Alégrate con los que aún están,
para que un día no lejano,
se acomidan con la flor
que hoy te libra de la pena.
Ama la razón de ser y de existir,
pero también ama
ese porvenir en el que todos
seremos
la pasión que se asume,
el amor que alimenta,
la vida que descansa.

Fer Amaya

La señal

La señal

Mi alma y mi corazón son tuyos,
mi risa y mi llanto,
mis sueños y vigilias.
La luna que se asoma
por la cúspide del mundo,
viene a resolver
ese misterio
con la emisión de una señal
apenas perceptible:
la sombra generosa
de su ausencia.
Mi voz y mi callar son tuyos,
en tu pasión serena lo consientes,
cuando haces valer tu condición
de luna inesperada.

Fer Amaya

Me resisto

Me resisto

Me resisto a aceptar que no eres mía,
pues no bebo más en la copa
fragante de tus senos,
ni alimento mi ser
con el albor esencial de tu cintura.
Me resisto a aceptar que ya no toco
(con dulce vehemencia)
la dúctil textura
de tus muslos fantásticos.
Vivo de extrañar todo eso,
de resistirme a aceptar
que ya pasó.
Anhelo como un loco
que vuelva a pasar,
que ocurra en mi existir
ya de por vida.

Fer Amaya

El turno de la sanguijuela

El turno de la sanguijuela

Se esmirria la sanguijuela sobre la pared del vaso. Ha hecho camino desde un pozo serrano, hasta un campamento costeño en donde se le trata con sigilo e interés. Hay que saber más de ella, de sus aptitudes de sobrevivencia y de su vocación azarosa por la sangre. Pero a mí sólo me interesa la sanguijuela en sí, los movimientos y recorridos que hace en su tal vez muy corto periodo de vida. Se sabe que en su medio natural aprovecha la llegada de los animales de monte cuando, ajetreados por la sed de varias horas, hunden sus belfos en el agua turbia y sagrada de algún venero disimulado entre la hierba apretujada y densa de los terraplenes húmedos. Entonces viene el turno de la sanguijuela. Con sus humildes ventosas, se prende de la carne blanda en la aguda trompa del venado, y al instante succiona la pequeña gota de sangre que le permite ser en la vida. Esta acción inoportuna causa dolor en el astado; una sacudida enérgica la desprende del sitio en que encalló y, o bien regresa al borbollón donde mora, o bien queda pegada en las hojas de alguna mata circunvecina. Y es aquí donde mi interés por la sanguijuela cobra especial importancia, al evocar la odisea que le permite retornar al agua si es que el trompazo del ciervo la hace volar sobre el follaje para dejarla muy lejos del recipiente que la abriga. La observo caminar por la pared del vaso; digo caminar quizá como un equívoco porque al carecer de pies no camina, sino que se desplaza de un lugar a otro con casi el mismo método que utilizan los gusanos y las lombrices, pero con una adición a esa capacidad de estirarse y encogerse para desplazarse. Aquí lo útil de mi observación: la sanguijuela estira su cuerpo flexible, como pasaría con nosotros si nos crecieran las extremidades. Fija el punto de su impulso al alargarse, con las mismas ventosas que utiliza para adherirse a su cándida víctima propiciatoria, y suelta el cuerpo en un ejercicio de flacidez insospechada, ese impulso le permite resbalar por la pared del vaso como lo hace sobre la superficie de las hojas de helechos y algas a fin de recuperar su hábitat inédito. Les cuento la experiencia de la sanguijuela, única y especial, imposible de verificarse en otro ser del reino animal, menos en el hombre o la mujer de la especie humana, aunque ya no estoy muy seguro que sea así. Salud y hormonas.

Fer Amaya