No hay flor que se le compare
sobre la faz de la tierra:
es la perfección su estampa
y un milagro su belleza;
cuando canto al evocarla
mi corazón lo celebra,
nunca dejo de admirarla
tan lozana y tan esbelta;
si un suspiro se me escapa
nada más sólo de verla
¿qué paraísos no brotan
de sus labios cuando besa?
¿qué notas, qué melodías
inspirará la sorpresa
de tenerla entre los brazos
como a la musa perfecta?
Ya les digo, estoy hablando
de una mujer, en presencia,
que le ha dado a mi palabra
acentos de primavera;
ahora es pasión que se canta,
y tonada que se estrecha,
con el corazón ardiendo
devoción a flama lenta.
Esta mujer es un mundo
de inspiración sin reserva,
la vio nacer el embrujo
de la Costa Oaxaqueña,
al agitarse los mares
volcándose en la ribera
con blancas flores de espuma
y el brillo de mil estrellas,
el poeta entusiasmado
con guitarra lo celebra;
ahora escuchemos el canto
de la mujer que le acerca
como preciado tesoro
la imagen que se asemeja
a una creatura divina
pero con porte de reina;
no es un canto, es otra cosa,
pues, para nuestra sorpresa,
cayó rendido a sus plantas
y le extendió como ofrenda
el universo flotando
en el pulso de un poema.