Mes: septiembre 2022

Peripecias del gnomo

Obra: Xants

Peripecias del gnomo

Tengo un mil de olvidos a mano,
porque la historia
me obliga a tenerlos,
a cultivar su salud
cual si fueran rosas de fuego,
a distinguirlos
con sombras
para asumir su presencia.
Soy el gnomo del agua,
el que dispone del mar y la lluvia
para esgrimir alicientes
a favor del tormento,
el que descubre un honor
en el desdén presentido,
el que lava su ropa
y la exprime y la seca
en el mismo tendedero
que usa la poesía
para espantar los mosquitos
que la perturban y la flagelan.
Eso no es todo,
hay un pozo tan hondo
al que solo la comba del cielo
se le compara,
hago uso de él cuando
ni los mil olvidos
ni los cientos de manchas
son suficientes.
Sé que ya lo has notado,
por eso maldigo esta escritura,
su emporio de luz macilenta,
y la vigilia que a partir de hoy
me acosará las venas.
No me voy, nunca he estado,
es más esto nunca ha sido escrito,
es el gnomo de las cuentas pendientes,
el que hablará por mí después
del antes y el jamás.

Fer Amaya

Lector de un solo libro

Lector de un solo libro

Rapto uno

Lector de un solo libro volvía de forma recurrente a las páginas de su preferencia, en el inicio de cada estación. Argumentaba con aplomo que, aparte del suyo, ningún otro empastado valía la pena, como para cambiar de gusto y preferencia. La artimaña, por así decirlo, se fundamentaba en una lectura completamente diferente cada vez que el libro volvía de nueva cuenta a sus manos; los hechos, los escenarios y los personajes cambiaban, como cambian las notas cuando el músico va haciendo sobre la marcha la transportación de un tema de su armonía original a otro tono; con la ventaja de que en este ejercicio de lectura no se imponía límites respecto al número de armaduras posibles, logrando, de este modo, un catálogo infinito de amenas lecturas. Un mismo libro, una sola edición de La Ilíada, lucía sobre su mesa de centro, todo el tiempo en que no estaba en sus manos, reinventándose como una canción egregia y novedosa.

Rapto dos

Lector de un solo libro concurrió a la librería más grande de la Urbe, recorrió los estantes con desdén y optó por renunciar a la idea de comprar otra edición de su obra preferida. Desde su cómoda postración, una portada sumamente llamativa le hacía guiños; Lector de un solo libro desviaba la mirada hacia los estantes próximos, donde los, en extremo decorados libros de autoayuda, rebosantes de suficiencia, proclamaban la virtud de su inevitable compra. Así como Odiseo pudo escapar de las garras de Calypso y las sirenas, Lector de un solo libro se acercó al mostrador de caja para saldar el costo de un pequeño separador que esgrimía en la mano derecha; recibió con alegría la compra y el cambio, dio las gracias y se retiró del lugar dejando escapar un suspiro de alivio.

Rapto tres

Lector librero unívoco, llegó a su tabuco portando su encarecido separador recién adquirido, se despojó de la gorra y tomó asiento frente a lo que le servía como mesa de comedor: no era otra cosa más que una alta jaula de pájaro sobre la que había colocado una cuchilla de novopan desprendida de una mesa ya en desuso. Busco su cacharro de café frío, bebió dos sorbos y contemplo largamente su reciente adquisición. Supo por un informe plagal de cierta real academia, que antes de aquellas tiras diseñadas ex profeso, los lectores usaban mariposas, arañas, restos de palma, hilos y hasta agujetas de color para señalar el sitio en donde habían suspendido o abandonado la lectura; supo que, en un alarde febril, hubo un lector empeñoso y salaz que usó el vello púbico de su amante sin género, acotando el tejido con dos nudos de macramé vistosos y sobresalientes. Nuestro ubicuo personaje en punto de las doce y media del día empezó a sentir el escozor que todos sentimos cuando nos hace falta leer, fue por su tomo único de La Ilíada, volvió al lugar en donde había dejado la taza de café y su reluciente y sobresaliente nueva adquisición. Todo parecía indicar que se iba a poner a leer supongamos el canto veinte, ahora desde la lógica de un encuentro de los dioses con los humanos para obligarlos a tomar un acuerdo de paz, conminar a Helena a que tomara partido por quien ella decidiera y dejar pendiente la saga de Odiseo para otras venturas. Pero nada de eso ocurrió, nuestro lector unívoco tomó su libro por el lomo, lo sacudió con energía para librarlo con una cucaracha que indicaba el sitio en donde había suspendido la lectura, colocó de nuevo el libro en la mesa, lo abrió al alimón y puso el nuevo separador en donde cayera, sin que esto le representara mayor problema. Son las vicisitudes, vericuetos, salvedades y milagros de decidir la lectura de un solo libro por toda la vida.

Fer Amaya

Área de riego

Área de riego

Abro los brazos
frente al sifón
de los imprevistos
y descubro tu pequeña sombra
de malva
salvando del olvido
a mis ojos que te miran
inspirados.
Sigo allá no sé tú
pero yo nuca
abandoné al sol del Jordán
y a la luna de Santa Teresa
porque sentí
que en ello me iba la vida
y el amor y todo
lo relacionado con esto.

Fer Amaya

En espera de ti

En espera de ti

Se me da por extrañarte
en las horas de este día
tan casual e involuntario.
Quizá te haya comentado
que fue largo el periplo
de la sangre nuestra
hasta arribar a esta playa
en donde el mar a veces nos ignora.
Te extraño y estoy
esperando tu regreso
para esos tiempos
en que la realidad
sea un sueño
aún no soñado por alguien.
Aquí siguen la marea
los vientos y mi vida en espera de ti.

Fer Amaya

Di que no importa

Di que no importa

Di que no importa
que grite tu nombre si enloquezco,
que derribe la muralla
del sentido
para caminar sosegado
sobre la arena
de mi playa cautiva.
Di que no importa
porque eso voy a hacer
en esta tarde
de simbólicas esferas
cuando todos esperan
que demuestre
mi sensatez y sobriedad.
Dime que no importa
que grite tu nombre
ahí donde el silencio es obligado,
y la prudencia es total,
a fin de que
ese nombre tan amado por mí,
se vuelva duna conmiserada
y a favor de quienes
han extraviado la razón
por él ósculo ausente.
Este es un grito,
siéntelo en la carne
y en los huesos,
este es el grito
de tu nombre.

Fer Amaya

Oratorio de comienzo del día

Oratorio de comienzo del día

De mi sangre y de mi verso,
de mi luna y mi silencio,
has venido a demostrarme
que la vida no es un tiempo
sin razón y sin memoria,
sino el péndulo que gira
y se enciende con tu imagen.
A la perla de mis sueños,
(bella y libre de ataduras)
le comparto mi alegría;
es mi sangre, la sortija
que en mi gusto prevalece,
el amor que en mis versos se desgrana, se desvive y enamora.
De los juncos y azucenas
me llegó tu imagen
como en un sueño de auroras,
como en un canto de brisa marina, nubes, viento, arena.

Fer Amaya