Contrapunto del agua

Es inútil decir lluvia si esta no moja tu piel
provocando el acorde más perfecto
de mi voz y de mi canto.
Es inútil convocar a la luz
si no me la dan tus ojos
en el embate de una dulce mirada.
Mira que hasta las palabras
suenan con un timbre nuevo
cuando las escribo para ti,
como si mi corazón
estuviera más que afinado
en la tesitura primorosa de tu vida.
Mi labor está llena de pausas sigilosas;
pero, cuando te veo llegar,
encarezco al silencio
la providencia de mirarte a ti
con el embeleso del ave que canta
sólo para remontar el vuelo.

La prosodia de tu nombre

Vuelvo al anagrama de tu nombre
e identifico, al tacto, cada una de sus letras.
Las coloco al azar y se pronuncian como vida,
torno a barajarlas cuidadosamente
y declaran la bondad de un acto solemne.
Tu nombre es el atributo de un Gloria
contundente y prístino,
como si no fueran voces humanas
las que lo cantaran
sino los ángeles custodios del aire y el fuego.
Una voz profunda lo declara
y perla su dicho de acentos inefables;
entonces, el coro lo repite
hasta volverlo certeza
en mi vocación heurística.
En el último compás, una voz de coloratura
se apropia de tu nombre
para cantar,
a pleno pulmón,
mi felicidad absoluta y manifiesta.