Mes: May 2013

Cantata del paisaje y la memoria

No entiendo nada de la vida,
no entiendo nada del amor
¿Alguien me puede explicar el hambre?
¿Alguien me puede resolver el sufrimiento?
Se vive, se ama, nada más.
No hace falta entender lo que no es explicable,
no hace falta resolver lo inevitable.
Se vive, se ama.
Es todo, no hace falta más.
Acaso a un grillo, a una hormiga,
hay que explicarles la existencia;
el hombre aspira a la comprensión de las cosas
desde un lógica insolvente,
como si quisiera explicarse
su tabla de naufragio.
Yo soy feliz viendo la imagen
de una mujer parada
bajo el dintel de una puerta,
con un paisaje enfrente
el cual no puedo ver,
pero conozco al derecho y al revés,
es el paisaje que ella me permite
a través de sus ojos y que,
en esta imitación de Pessoa,
se torna en paisaje poético.
Para tener esta certeza,
no necesito explicarme la vida,
no hace falta, está por demás;
la mujer seguirá parada bajo el dintel,
ya de forma permanente en mi ánimo,
y el mundo tendrá lógica
a partir de no explicarme nada.
Sólo aventuro la tesis
de que todo es probable,
como esto que digo aunque carezca de sentido,
y que por eso es importante;
el amor es pasajero, la vida por consiguiente;
cómo evidencia de ello quedarán la imagen referida
y este júbilo que no puedo reprimir.

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La oración de los fieles amantes

En tu profusa intimidad se cumple todo,
la vida, el mundo, el brillo de la plata,
la necedad deslumbrante del oro.
En tu profusa intimidad que no tengo,
que no conozco, que ignoro.
Huye de mí como el sol de la borrasca,
como la luna de las noches vacías.
Podré alcanzarla un día, tocarla,
desviar el curso de los ríos
que tu sangre irriga en mi pasión.
La anterior no es una pregunta,
es un deseo, y los deseos son,
casi siempre, el principio
de los sueños realizados.
Porque un sueño se realiza
no en lo concreto; si fuera así
dejaría de ser sueño
para fincarse en una realidad
a veces cruel y absurda.
Tu intimidad es un piano florecido
en exultantes melodías,
una compota grácil
derretida de azúcar
y mieles generosas;
hasta allá quiero llegar
con esta palabra que arde
en el infierno letal de mi ansiedad.
No me dejes morir por favor;
no condenes mi alma
al vacío de un paraíso sin sentido;
a pesar de dios,
el único ángel dotado
para la ternura y el sexo.

Foto: e. añorve

Foto: e. añorve

Un dintel, una región, un nombre

Imagen: Marcela Taboada

Imagen: Marcela Taboada

No sé en qué estación del tiempo
estés parada; tampoco se de tus amores;
pero sospecho que, quién te ama,
lleva en las manos una bandera
repujada de soles y orquídeas.
Tu nombre me es familiar: Lorena,
es una alocución fresca,
huele a flor de albahaca,
sabe a vainilla serenada.
Lorena, eres un paisaje
de los valles que vistieron mi infancia;
recuerdo ese dintel dónde esperaba,
al caer la tarde,
el trompo urgente de la noche
acogedora y libre.
Por casualidad hallé
esta imagen a la altura de mis ojos,
y sonó tu nombre
como tañido de arpa,
en el compás de la lluvia
que lo repite, desde hoy
y para siempre,
sobre los temples del mar.

Lamento del sur

Con homenaje inserto a Don Álvaro “El Cancionero”

Este Puerto no existe,
querida musa blanca,
la borrasca ha terminado con él.
Sin embargo dónde unos pasos
roían la arena,
la calima ha establecido su reino.
Y yo moro ahí agotando,
sorbo a sorbo,
las remesas frecuentes del olvido.
Este Puerto que no existe
se vanagloria de amarla,
a ella que cantó fuerte
en su abrevadero de sombras,
a ella que prendió
sólo un instante
tus inquietas balizas
y se fue, se fue quien sabe a dónde.
Si la ves, ámala como yo,
puerto sumergido,
no le digas que la herrumbre
me carcome; a petición de parte,
la emprendo, por enésima vez,
con esta canción para brindar
por su beso que ardió furtivo
en las preces de mi devoción.

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Cenefa a Oblivion

Te he perdido, pero amo la ilusión
que me hiciste concebir
al pensar que todo era distinto.
He perdido tu guante de seda
y el aljibe en que bebían tus pájaros
el agua de la reseda florecida al viento.
El caos se apodera de mí
y no hay quien pueda secar estas lágrimas,
me aventuro a decir que sólo la muerte
dará consuelo a tanta vida derramada en vano.
Pero mientras viva, alondra de mi pecho
sangre viva de mi sangre,
cantaré para ti mi canción más sentida,
para pregonar que te extraño,
como se extraña al mundo
cuando huye de nosotros
en el último vuelo del ave cautiva.

tango

Balada de los amores ilegales

Un día se fue y se llevó mi corazón desvanecido.
¿Qué hago yo aquí sin corazón y sin ella?
Hilo las notas de un crepúsculo
para consolarme con el canto
que las rompientes desdibujan.
Blanca su piel y negro mi dolor,
¿De qué color será la ausencia?
¿Será tan gris que en su rubor se desvanecen
las llamas yertas del frío
y los colores profundos de la noche?
Triste mi canción y alegre su sonrisa,
voy por el mundo proclamándola,
con una grieta en la voz
y un baldón de sangre en mi guitarra.

muj