Mes: enero 2013

Al corazón ausente

Aunque me dijeran que no tiene sentido,
aunque me negaran el derecho a quererte,
por encontrarme lejos, ausente y sin ti,
yo me resisto a olvidarte Tierra Mía.
Porque soy legajo de tu bruma,
soplo de polvo que levanta el viento;
porque soy el amor de mi madre,
que, donde no se agota la distancia,
sigue suspirando por mí
como el primer día.
Porque un día volveré
a tus tardes sombreadas,
a tus mañanas frescas,
a tu mediodía encendido
en la explanada de los sueños,
por eso guardo el eco de tu voz
aquí en un rincón de mi pecho,
como se guarda el canto de un ave
en la potestad de las arboledas.
Tierra Mía, tan simple y tan noble,
tan llana y sencilla, son alegre
que festeja el don de la existencia
con sonrisa de flor y acento de campana.
El día que vuelva, sin dudas ni misterios,
estrecharé largamente a mis hermanos,
les confiaré que me sostuvo
ese momento tantas veces acariciado,
el de trepar a un alto del litoral,
para observar tus horizontes
coronados por nubes impávidas
franqueando el paso de las aves que emigran.
Y lloraré la emoción de esta pequeña lágrima
que crecerá con el mar hasta hacerse infinita.

poch

Mandarinas

Para hacer soportable tu ausencia,
como mandarinas por la madrugada
y espanto las moscas que llegan a disputarme
sus gajos aromáticos y tristes.
Mi desasosiego las ve volar,
acicaladas y torpes,
apresurando la mínima ambrosía
que atrapan con sus filamentosas extremidades.
Para hacer soportable tu ausencia,
cualquier idea, trasegando
sus pequeños infiernos,
es útil en los dominios de la evocación;
un detalle de tu cara, la coma que le falta
a esta oración tan simple y solidaria.
Para hacer soportable tu ausencia,
no duermo si hace frío, y me mantengo despierto
si hace calor; pareciera equivalente pero no lo es:
el frío es un acicate del olvido
y el calor lo reconforta,
mojando los oídos con palabras diferentes.
Para hacer más soportable tu ausencia,
cambié de costumbres al salir a la calle;
antes usaba boina, ahora, me calo un sombrero
de los comúnmente llamados panamá
y me despojo de el para saludar a los transeúntes
que poco o nada saben respecto a tu partida.
Para hacer más soportable tu ausencia,
platico con el árbol que crece en mi patio,
me dice cuanto extraña a una calandria
que le colgaba el nido,
al inicio del verano, en una de sus ramas;
un día se fue para no volver, me dijo,
y sus tiernas hojas se estremecieron
sin el pretexto de alguna inesperada racha de viento.
Para no extrañarte bebo café a deshoras,
bailo con mi perro chihuahua,
canto villancicos sin navidades que los justifiquen,
obvio todos los calendarios habidos y por haber,
y conmino a la mosca impertinente para que deje en paz mis mandarinas.

mandarina1

Suite del viento y la marea

Voy con mi abrazo por el mundo
ofreciendo versos salpicados de brisa
sobre el beso sutil de la marea.
Llevo en el alma la sombra
de unos ojos dulces,
abiertos con desmesura,
mostrándome el camino,
orientando mi andar,
animando la ruta.
A donde quiera que vaya el cielo me mirará
con sus pupilas de avellana.
Musas de mar y tierra, congréguense
porque hoy, sobre la colina del bóreas,
mi luna de estaño os proveerá de luz
para tejer la armonía de los sueños vacantes,
los que ameritan un alma y una sonrisa.
Musas de mar y tierra, hay un espacio
para ustedes en mi abrazo:
escuchen el rumor
de las olas que no rompen todavía
sobre la escarcha fiel del litoral;
desde la emigración
definitiva de las aves del tiempo
las abraza mi vida;
desde la voluntad
de los peces que abunda el estero,
mi amor se compromete con ustedes.
Voy con mi abrazo por el mundo
repartiendo ipomeas
y estrellas de mar;
alguna vez volveré a buscarlas,
añoradas musas,
para tributarle al océano
la oración que desgrana el silencio
en los mismos ojos que me ven desandar la vereda.

La sirena de La Punta