Mes: septiembre 2013

Ojos de mar

Se que, para no cargar con todo el peso
del fardo del tiempo y de los años, cuento contigo.
Tú que lees estás líneas con la misma emoción
que siento al escribirlas; tú, allá, detrás de penumbras,
claroscuros y definitivas claridades.
Por eso te abrazo desde aquí
sin saberte a ciencia cierta.
Cuento contigo, lo confirman este calor
y el sonar de un gospel
hilando un horizonte de voces
en esa parcela infinita
denominada vetusta memoria.
Jamás me siento sólo
a pesar de que la soledad sólo me abandona
para alimentarse con algún viento
ya agotado sobre gradientes de lontananza.
Tus ojos son una potestad del mar,
ojalá nunca dejen de mirarme,
para saber que cuento contigo
al abordar el destino
y domeñarlo, a modo de que
no nos arrastre irremisiblemente
por azarosas rutas de extravío.

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Data y memoria

Escuchábamos a Pablo Estramín
en aquellos días del Zipolite invicto,
bien lo debes recordar, Amaya.
También no creo que hayas olvidado
que, por esos días de mares y noche incesantes,
extravié mi corazón, al filo de una madrugada,
entre las relingas y filásticas
del cielo apeado sobre un trasmallo
pesado de arena, alcohol y salitre.
Llevaba años, años y años
sin escuchar la voz de Pablo Estramín
abogando por nosotros
desde su edad celeste y acotada;
murió en el 2006, Amaya,
y tu no te diste por enterado.
De mi corazón, está por demás recordarte
que, después de recorrer con mano incansable
el enmallado sólido de la agallera,
lo encontré latiendo en otro pecho
y jamás me lo quisieron devolver.
Por eso, Amaya, hoy escucho a Pablo Estramín
y te confieso que es de lo más difícil oficiar sin corazón,
o lo que es lo mismo, vivir con el corazón latiendo en otra parte.
Eran aquellos felices días del Zipolite invicto, Amaya;
no eches por la borda esa memoria,
la vida sigue, y la historia
aún está por escribirse.

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